viernes, 28 de noviembre de 2008

pellizcame

pestañeo.
una dos tres veces

pestañeo.
una dos tres veces

pestañeo.
una dos tres veces

estoy despierta.

resulta que en el sueño que yo deseo, estás vos, y sos verdad.

compadritos

en el café lindo, un poco moderno, de la esquina del barrio, dos hombres conversan.
cancheros, como casi todos los hombres que comparten mesa en el café.

hablan un poco a los gritos, se muestran que no se gustan -no vaya a confundir-.
no hablan de amores, hablan de minas y de fútbol.

pido un café grande, que me alcance para terminar de escuchar su historia.
pienso que uno sigue siendo pintón. el otro, es más un abuelo viejo.


la luz empieza a perderse. la ciudad arremolina en las ventanas.
la charla de los tipos va bajando de tono. confidencias, parecen.
el café se enfría.

se me hace tarde.
a mi pesar desisto de conocer el final de la historia.


cuando paso, camino a la puerta, por la mesa de los viejos, el pintón llama al mozo casi en un susurro: una lágrima, por favor.

sorprendida, le ofrezco un pañuelito de papel y me cruzo a otro tiempo.