en el café lindo, un poco moderno, de la esquina del barrio, dos hombres conversan.
cancheros, como casi todos los hombres que comparten mesa en el café.
hablan un poco a los gritos, se muestran que no se gustan -no vaya a confundir-.
no hablan de amores, hablan de minas y de fútbol.
pido un café grande, que me alcance para terminar de escuchar su historia.
pienso que uno sigue siendo pintón. el otro, es más un abuelo viejo.
la luz empieza a perderse. la ciudad arremolina en las ventanas.
la charla de los tipos va bajando de tono. confidencias, parecen.
el café se enfría.
se me hace tarde.
a mi pesar desisto de conocer el final de la historia.
cuando paso, camino a la puerta, por la mesa de los viejos, el pintón llama al mozo casi en un susurro: una lágrima, por favor.
sorprendida, le ofrezco un pañuelito de papel y me cruzo a otro tiempo.