el pibe la emocionaba.
los papelitos en la puerta.
su mirada desde lejos y
cierta complicidad en el silencio.
mínimos gestos para un aluvión de mariposas.
una tarde como si nada.
aparecía con pasito de superhéroe. se acomodaba a su lado y la acompañaba.
a ella, la mujer maravilla.
entonces una sonrisa en la boca, el andar decidido, los puños apretados.
y en algún camino,
de ida o de vuelta,
la mano que se abre para cruzar los dedos y definitivamente,
morirse de amor.