chismes en la vereda.
charlitas de parado, en la cola del bondi.
las señoras con sus bolsas de hacer los mandados convidan papel picado.
jueves, 13 de agosto de 2009
viernes, 7 de agosto de 2009
vórtice
pretendo poder sentarme algún día en el cordón de una vereda y distraerme sólo con esa hoja que no se cae del árbol de la vecina.
y tener el mate preparado para cuando vuelvas.
ahora debería dejar
que el huracán que se estira detrás de mis tetas
me arrastre
hacia un sitio menos seguro.
y tener el mate preparado para cuando vuelvas.
ahora debería dejar
que el huracán que se estira detrás de mis tetas
me arrastre
hacia un sitio menos seguro.
deseo
quisiera poder decir que la poesía me inunda, me ahoga, me quiebra.
sin embargo no es así.
la poesía me acompaña, pero desde lejos.
sólo se hace presente cuando el silencio ya no sirve para nada.
sin embargo no es así.
la poesía me acompaña, pero desde lejos.
sólo se hace presente cuando el silencio ya no sirve para nada.
miércoles, 25 de febrero de 2009
con su permiso
desconozco si es importante o no.
podría decir que no interesa, y que me caigan los demonios de la clase.
lo sensato sería no discutir, siendo como es, sólo evaluable a la luz de cada almanaque de papelitos.
así de sencillo, el razonamiento se vuelve impertinente.
con todo a cuestas, sin las disputas del caso,
me dispuse
exhausta
para una franca estadía en el mar.
martes, 24 de febrero de 2009
tris
el pibe la emocionaba.
los papelitos en la puerta.
su mirada desde lejos y
cierta complicidad en el silencio.
mínimos gestos para un aluvión de mariposas.
una tarde como si nada.
aparecía con pasito de superhéroe. se acomodaba a su lado y la acompañaba.
a ella, la mujer maravilla.
entonces una sonrisa en la boca, el andar decidido, los puños apretados.
y en algún camino,
de ida o de vuelta,
la mano que se abre para cruzar los dedos y definitivamente,
morirse de amor.
los papelitos en la puerta.
su mirada desde lejos y
cierta complicidad en el silencio.
mínimos gestos para un aluvión de mariposas.
una tarde como si nada.
aparecía con pasito de superhéroe. se acomodaba a su lado y la acompañaba.
a ella, la mujer maravilla.
entonces una sonrisa en la boca, el andar decidido, los puños apretados.
y en algún camino,
de ida o de vuelta,
la mano que se abre para cruzar los dedos y definitivamente,
morirse de amor.
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